La diferencia principal entre traducción e interpretación es que la
primera centra sus esfuerzos en la transferencia de texto escrito de un idioma
a otro y la segunda se centra en un mensaje oral escuchado en una lengua y transmitido
en otra.
El traductor reproduce el mensaje original en el idioma de destino a
través de un soporte escrito. Para hacer esto, el traductor no solo tiene que
conocer la lengua de destino, también debe tener en cuenta la terminología
especial del documento original para usar las palabras adecuadas en su
traducción. Si es necesario, hará un estudio de estas palabras técnicas para
usarlas adecuadamente en su trabajo.
El intérprete, por su parte, centra sus esfuerzos en la transmisión
de un mensaje oral, es decir, escucha a un interlocutor en el idioma de origen
y lo transmite a otra lengua mediante alguno de los diferentes tipos de
interpretación que existen (simultánea, consecutiva, jurada, etc.).
Aunque ambos profesionales buscan facilitar la comunicación, cada
uno necesita unas habilidades y características distintas para desarrollar su
trabajo con eficacia.
Habilidades del traductor
Un buen traductor necesita tener un conocimiento profundo de la
lengua de origen y de destino de los documentos con los que trabaja, así como
una ortografía perfecta. También debe poseer una capacidad de lectura muy
detallada, y de revisión, corrección y edición de textos. A esto hay que añadir
que el traductor debe ser capaz de interpretar los giros, metáforas y dobles
sentidos de la lengua de origen y poder trasladarlos al texto de destino.
El objetivo último del traductor es transmitir de forma impecable y
con las palabras precisas el mensaje del cliente al público al que este desee
dirigirse.
Habilidades del intérprete
Al igual que el traductor, el intérprete debe tener una comprensión
exhaustiva de la lengua de origen y de destino con las que va a trabajar. A
este conocimiento debe añadir la capacidad adaptación, intuición y reacción,
para poder interpretar y traducir lo que está escuchando en tiempo real.
También suelen poseer una gran memoria, ya que en determinadas situaciones los
intérpretes tienen que confiar únicamente en su retentiva para trabajar.
Por otra parte, y a diferencia del traductor, el intérprete realiza
su trabajo de cara al público, por lo que son profesionales acostumbrados a
afrontar todo tipo de situaciones, desde la visita a una fábrica de coches o
una granja hasta recepciones en embajadas o ruedas de prensa de alto nivel.
Esos profesionales deben ser precisos, como sus colegas traductores,
pero se prima la comprensión general de un mensaje completo por encima del uso
de una palabra concreta.
En definitiva, aunque traductor e intérprete trabajen en continuo
contacto con diferentes lenguas, lo cierto es que cada una de estas profesiones
requiere habilidades distintas que pueden hacer que un experto de los idiomas
se decante hacia uno u otro lado.
Tradicionalmente un traductor es quien traduce escritos o
documentos, mientras que un intérprete traduce oralmente y en tiempo real. Las
capacidades y habilidades entre estos dos son diferentes. Un traductor se
sienta, lee y revisa el escrito que va a traducir y por lo general cuenta con
herramientas para hacer su trabajo como un diccionario bilingüe o programas de
software que agilizan su labor. También puede revisar bases de datos y otras
fuentes en línea para asegurar una adecuada traducción.
En cambio, un intérprete está haciendo todo en tiempo real y con su
voz; está actuando como enlace de comunicación entre dos partes que tienen un
impedimento lingüístico. Él o ella deben ser más que bilingüe para tal tarea;
debe ser bi-cultural. Un extranjero que visita Bogotá no sólo trae un idioma
diferente al nuestro, sino también trae una cultura y costumbres diferentes. Un
buen intérprete debe conocer de antemano estas costumbres, ya que forman parte
de la comunicación que se va a estar interpretando. Además de esto, cada región
del mundo cuenta con sus propias expresiones, modismos, dialectos, jergas y palabras
regionales que también deben ser conocidas de antemano por el intérprete y que
deben ser traducidas en su idea equivalente o aproximación, ya que no se podrán
hacer de forma literal.
Adicional a todo eso, el intérprete debe conocer acerca del tema que
se va a tratar; muchas veces los eventos a traducir son de lenguaje muy técnico
y especializado que resulta ser de alta complejidad para traducir. Y
finalmente, el intérprete debe tener una destreza extraordinaria para escuchar
en un idioma, memorizar, traducir, interpretar y hablar en otro idioma, todo
casi al mismo tiempo, durante horas y sin fatigarse. Esto realmente es una
habilidad que se va desarrollando con la práctica y experiencia y no es algo
que cualquier bilingüe o traductor pueda hacer.
Es muy común que el intérprete haya vivido en otros países y tenga
conocimiento de la cultura y gente de aquellas regiones en donde estuvo, que
esté muy actualizado y conozca diversos temas. Esto les da perspicacia acerca
de cómo se expresan y que dichos utilizan o son comunes en esos países. También
llegan a conocer los acentos regionales y cualquier pronunciación peculiar que
tienen. Todo esto forma parte de la comunicación. No solo es verbal, es
cultural.
Para eventos importantes donde es imperativo que todo quede claro y
entendido entre las partes que no hablan el mismo idioma, es necesario tener un
intérprete con estos conocimientos, habilidades y experiencia. Para eventos
importantes, no basta usar un amigo o colega que hable inglés. No solo da una
mala imagen al evento, sino que se corre el riesgo de perder importantes
detalles o fallar en el intercambio de información especifica. Si un evento o
invitado extranjero es importante para usted, también debe tener un buen
intérprete profesional al lado.